“El vínculo terapéutico” El inicio de una terapia.

“El vínculo terapéutico” El inicio de una terapia.

Los pacientes acuden a sesión debido a la presencia de una sintomatología que empieza a generar interferencias con su vida diaria. En muchas ocasiones no son conscientes del origen inicial que les provoca el malestar. Algunos de los motivos iniciales de consulta son los siguientes: ansiedad, problemas de conciliación o mantenimiento del sueño, tristeza, falta de concentración, inseguridad y baja autoestima, problemas en las relaciones sociales (pareja, familia, amigos…).  Estos síntomas son un reflejo del daño, habiendo un origen y una explicación para cada manifestación.  La labor del terapeuta es lograr que el paciente empiece a entender que le ocurre, ayudándole a identificar el inicio del problema y por qué se mantiene en la actualidad.

El descontrol emocional es otra característica que empuja al paciente a buscar una ayuda profesional, siendo un objetivo terapéutico devolver la sensación de control sobre las emociones. Una psicoeducación sobre el funcionamiento del cerebro y el cuerpo, aumenta la comprensión sobre sus síntomas favoreciendo la creación de estrategias para la solución de su problema.

Todo este trabajo no sería posible si no se genera el vínculo terapéutico, entendido como la relación de confianza y seguridad que se establece entre el paciente con el profesional, dónde el respeto, la aceptación y empatía son fundamentales. Las personas que sufren problemas emocionales han tenido muchas veces la sensación de ser invisibles, no apoyados o incluso dañados por su entorno, por lo que el paciente ha de sentirse escuchado y atendido. Gracias a esta relación de confianza se consolida el vínculo que permite a la persona hablar de sus emociones, sentimientos, dolor y hacer frente a las dificultades sin temor a ser juzgado.

Entendemos la empatía como la capacidad de percibir, compartir y comprender lo que otro puede sentir, preocupándose por experiencias ajenas. La empatía parte de la validación, de entender que los sentimientos de una persona son posibles en la situación en la que se encuentra, aunque nosotros en su situación tuviéramos otros. Las emociones que expresa el otro han de ser validadas, aunque en ocasiones puedan parecer incomprensibles para uno mismo o para el entorno. Cada expresión emocional tiene un porqué, que justifica la intensidad de la manifestación.  En una buena terapia es imprescindible que el profesional tenga la capacidad de empatizar y entender porque el paciente siente, piensa y actúa de determinada manera. Es importante expresarse con delicadeza, mantener una escucha activa y ser capaces de calmar al otro.

Con todo lo mencionado, la consulta pasa a ser un espacio seguro, que permite al paciente sentirse comprendido, cuidado y apoyado en su camino a la recuperación.

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